¿Por qué hay más mujeres que hombres pobres en el mundo?

Hoan trabaja empaquetando camisetas y camisas para su exportación en la fábrica textil Tinh Loi, en el norte de Vietnam. Su jornada laboral supera las 62 horas a la semana y cobra aproximadamente 1$/hora.

Hoan trabaja empaquetando camisetas y camisas para su exportación en la fábrica textil Tinh Loi, en el norte de Vietnam. Su jornada laboral supera las 62 horas a la semana y cobra aproximadamente 1$/hora. Foto: Adam Patterson/Oxfam

La desigualdad de género es una de las formas de desigualdad más antiguas y enraizadas del mundo. Priva a las mujeres de tener voz propia, desvaloriza su trabajo y las pone en situación de desventaja frente a los hombres tanto en el ámbito del hogar como a escala nacional y mundial.

A pesar de algunos importantes avances a lo largo de los últimos años, no hay ningún país en el mundo en el que haya igualdad económica entre hombres y mujeres, y son ellas las que siguen teniendo más probabilidades de vivir en la pobreza.

Desigualdad laboral de género: salarios más bajos, trabajo no remunerado y contribución desvalorizada

  • Salarios bajos. En todo el mundo, las mujeres perciben los salarios más bajos. A nivel mundial, la brecha salarial entre hombres y mujeres es del 24%, y al ritmo actual, serán necesarios 170 años para cerrarla. Hay 700 millones menos de mujeres que hombres con trabajos remunerados.
     
  • Ausencia de empleos dignos. El 75% de las mujeres en las regiones en desarrollo trabajan sin contrato laboral, carecen derechos o no tienen acceso a la seguridad social.  Además, a menudo los sueldos que reciben no les permiten salir de la pobreza. Se calcula que 600 millones de mujeres trabajan en empleos muy inseguros en todo el mundo.
     
  • Trabajo de cuidados y doméstico no remunerado: Las mujeres asumen entre dos y diez veces más trabajo de cuidados no remunerado que los hombres, como las tareas del hogar y el cuidado de los niños y niñas. Se estima que la contribución a la economía mundial de este trabajo equivale a 10.8 billones de dólares al año, una cifra que triplica el tamaño de la industria mundial de la tecnología.  

  • Jornadas laborales más largas. Las mujeres trabajan más horas al día que los hombres si se contabiliza el trabajo remunerado y no remunerado en conjunto. Esto supone que en la actualidad, una mujer joven trabajará de media cuatro años más que un hombre a lo largo de su vida.
Tabitha Mwikali, 36, a domestic worker hanging clothes for her employer in Eastleigh, Nairobi, Kenya. Credit: Allan Gichigi/Oxfam

Tabitha Mwikali, de 36 años, es trabajadora doméstica. Vive en Mukuru, uno de los asentamientos informales más grandes de Nairobi. Ella es de Matuu, en el sureste de Kenia, donde ha enviado a sus hijos a vivir, ya que con su salario semanal de 250 chelines (aproximadamente 2,5 dólares) no puede permitirse alimentarlos o enviarlos a la escuela. Foto: Allan Gichigi/Oxfam

Aumentar la igualdad económica de las mujeres reduciría el índice de pobreza en toda la población

La desigualdad económica de género supone un coste de 9 billones de dólares al año para las mujeres de los países en desarrollo. Esta cantidad no sólo daría un mayor poder adquisitivo a las mujeres y beneficiaría a sus familias y comunidades, sino que supondría un enorme impulso para el conjunto de la economía.

Los países que presentan una mayor igualdad de género suelen tener unos mayores niveles de ingresos, y datos empíricos de una serie de países y regiones indican que reducir la brecha entre hombres y mujeres lleva a su vez a la reducción de la pobreza.

En América Latina, por ejemplo, el aumento del número de mujeres en trabajos remunerados entre 2000 y 2010 fue responsable de cerca del 30% de la reducción de la pobreza en general y de la desigualdad de ingresos.

Para garantizar los derechos de las mujeres, reducir la pobreza y cumplir con el resto de objetivos de desarrollo, es fundamental apoyar el acceso de las mujeres a trabajos con unas condiciones dignas y a unos medios de vida mejorados.

El empoderamiento económico de las mujeres es un elemento fundamental para lograrlo. Necesitamos una economía humana que beneficie tanto a hombres como a mujeres, y que esté al servicio de todas las personas, no sólo de las élites.