Detrás de los alimentos que compramos hay millones de personas que los producen y procesan. Los productos van avanzando en la cadena de suministro hasta que acaban en nuestros hogares. Sin embargo, en una industria alimentaria mundial valorada en billones de dólares, demasiadas de las personas que producen nuestros alimentos se ven obligadas a convivir con el sufrimiento y las adversidades, enfrentándose a largas jornadas de trabajo en unas condiciones inhumanas por unas ganancias mínimas.
El sufrimiento humano nunca debería formar parte de la cadena alimentaria.
A lo largo de los últimos cuatro años, Oxfam ha instado a conocidos supermercados a poner fin al sufrimiento de las personas en sus cadenas de suministro. Nos has acompañado durante esta campaña para lograr un cambio real y cuestionar a quienes ostentan el poder con el fin de garantizar que las y los pequeños agricultores, pescadores y productores de alimentos reciban un trato y remuneración justos.
Nos oponemos totalmente a que los alimentos que llegan a los supermercados se produzcan a costa de la explotación y la pobreza. Sabemos que las grandes cadenas de supermercados pueden contribuir a acabar de una vez por todas con esta situación. Con acceso a salarios justos y a condiciones laborales dignas e igualitarias, estas personas podrían salir de la pobreza por sí mismas y de una vez por todas.
El cambio es posible. Aunque ya estemos viendo considerables mejoras, aún queda mucho por hacer.
Acerca de la campaña
¿Sabías que hay trabajadores en barcos pesqueros del sudeste asiático que trabajan hasta 14 horas al día, 27 días al mes, por tan solo 0,50 dólares la hora? Ya provengan de la pesca o de granjas, o los encontremos en mercados locales o las estanterías del supermercado, gran parte de los alimentos que compramos se produce a costa del sufrimiento de millones de personas.
¿Es el sufrimiento humano uno de los ingredientes de los alimentos que compras en el supermercado?
Llevamos investigando las políticas de los supermercados más grandes de Europa y Estados Unidos y los resultados fueron indignantes: ni uno solo de los supermercados contaba con políticas suficientes para garantizar los derechos humanos básicos de los miles de personas que trabajan en las cadenas de suministro de alimentos.