Acerca de la campaña

El sufrimiento humano nunca debería ser un ingrediente de los alimentos que comemos. Actúa y ayúdanos a destapar lo que se oculta tras el precio de los alimentos que compramos.

El sufrimiento humano nunca debería ser un ingrediente de los alimentos que comemos. Actúa y ayúdanos a destapar lo que se oculta tras el precio de los alimentos que compramos.

La campaña Tras el precio denuncia las causas subyacentes de la explotación que se da en las cadenas de suministro de los productos alimentarios, y moviliza a personas de todo el mundo para que contribuyan a acabar con dicha explotación, centrándose en primer lugar en el papel que desempeñan los supermercados. Desde el lanzamiento de nuestro informe La hora del cambio, con el que lanzamos nuestra campaña global en 2018, nos hemos dirigido a algunos de los principales supermercados de Europa y América del Norte, que operan a escala mundial.

La economía global se caracteriza por una desigualdad generalizada, y el sector agroalimentario no es una excepción. En la cúspide del sistema, los grandes supermercados y otros gigantes empresariales del sector de la alimentación dominan el mercado mundial de alimentos, lo cual les permite maximizar el valor que obtienen de sus extensas cadenas de suministro por todo el mundo. En los países más desarrollados, y cada vez más en los países en desarrollo, un pequeño grupo de gigantes de los supermercados domina la venta de alimentos.

Las mujeres pagan el precio más alto

A medida que estos supermercados ejercen un mayor poder sobre el suministro de nuestros alimentos, un porcentaje mínimo del dinero que pagamos por ellos llega a las y los agricultores, pescadores y productores que se encuentran al inicio de la cadena: en muchos casos, menos del 10 %. Se trata de una industria mundial valorada en billones de dólares, por lo que nada justifica que las personas que producen estos alimentos no tengan suficiente para alimentarse.

Y las mujeres son quienes se llevan la peor parte, ya que ocupan los puestos más precarios y peor remunerados y se ven discriminadas en términos de salario y condiciones laborales, sin ver apenas reconocidos sus derechos.

La injusticia de la industria alimentaria: cinco cifras sobrecogedoras

5%

Las personas que cultivan y producen productos como los bananos de Ecuador, las judías verdes de Kenia, el té de la India, las gambas de Vietnam o el atún en conserva de Tailandia apenas reciben el 5% del precio que los consumidores europeos y estadounidenses pagan por dichos productos.

4.000

Una trabajadora de cualquier instalación de procesamiento de gambas en Indonesia o Tailandia tendría que trabajar durante más de 4000 años para ganar lo mismo que el director mejor remunerado de una cadena de supermercados estadounidense en un año.

75%

En una encuesta realizada en junio de 2017, el 75% de las trabajadoras de las explotaciones de frutas y verduras de Italia afirmaron que, debido a su escaso salario, en el mes anterior, ellas o algún miembro de su familia se había visto obligado a reducir el número de comidas diarias.

4%

A pesar de que desde mediados de los noventa el precio del zumo de naranja de Brasil se ha incrementado casi un 50% en Europa y los Estados Unidos, el porcentaje que llega a las personas que trabajan en su producción ha disminuido de un 17% a un 4%.

800.000

Costa de Marfil produce más del 40 % del cacao del mercado mundial del chocolate, valorado en 100.000 millones de dólares. Sin embargo, las 800.000 personas que se encargan de producirlo viven en la pobreza.

Cambiemos las cosas

En la situación mundial actual, caracterizada por unos enormes niveles de desigualdad y el agravamiento del cambio climático, este modelo de negocio es cada vez más insostenible. Pero sabemos que esto no tiene por qué ser así. Los Gobiernos, las empresas agroalimentarias, las personas que cultivan y producen los alimentos y el conjunto de la ciudadanía mundial pueden contribuir a reequilibrar el poder en las cadenas de suministro de productos alimentarios y garantizar que quienes producen nuestros alimentos reciban una remuneración más justa. Así se podrían transformar millones de vidas.

La presión de la campaña –que integra la voz de las y los consumidores, así como de las personas que colaboran con Oxfam–, ha hecho que los supermercados a los que hemos dirigido nuestras actividades de incidencia se esfuercen por mejorar. Se están logrando progresos y el cambio es posible, tal y como demuestran nuestras tablas de puntuación de los últimos cuatro años.

Los supermercados se encuentran en una encrucijada

Pero los supermercados continúan sin abordar una de las principales causas de explotación en sus cadenas de valor: la desigualdad de poder entre sus empresas y las personas que producen nuestros alimentos. Es algo que hemos visto más que nunca durante la pandemia de COVID-19: los supermercados han antepuesto a sus accionistas y los beneficios frente a la seguridad y el bienestar de sus trabajadoras y trabajadores y las personas forman parte de sus cadenas de suministro.

Como destacamos en nuestro último informe de campaña Not in this Together, Oxfam considera que los supermercados se encuentran en una encrucijada, en la que tienen la opción de cambiar su modelo de negocio para otorgar un mayor poder y valor a las personas que producen nuestros alimentos dentro de sus cadenas de suministro. Oxfam cree firmemente que nuestra generación podrá ser testigo del fin de la pobreza extrema. Para que ese momento llegue lo antes posible, es esencial que mejoren las condiciones de las personas que producen nuestros alimentos.